Y ese mismo martes se fue,
dejando una nube y un poquito de sal. Y me llevó un tiempo olvidar sus faldas
cortas, sus medias sonrisas, el salitre en su cuerpo y esa forma de andar. […]
Quisiera contarle tantas cosas… Que ahora son rascacielos y no sus piernas
quienes rozan el cielo; que he cambiado los granitos de arena por un frío
polar... Y es que no veo el momento de crecernos de nuevo, con más placer del
que nunca imaginamos. Enseñarle ese lugar del que nunca querrá marcharse, y en
donde no sepa ya si es Mujer o si es Mar, llena de olas, atisbo y energía.
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