Todo es más bello de madrugada


No había nada más etílico que el despertar sobre su hombro, nada más amnésico que su piel en las primeras horas del día. Era como si su aroma te diese los buenos días y te dijese que ibas a tener un día estupendo cuando, en realidad, sabías que lo único de estupendo que iba a tener aquel jodido día era volver a su cama con él. Y es que odiaba ver las sábanas satinadas perfectamente estiradas. Yo soy de esas que prefieren sus arrugas.
Y hay quien no me entiende cuando digo que yo a su lado no quiero dormir, que dormir es cosa de idiotas y para aquellos que tienen tiempo. Y yo de eso no suelo tener.

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